La responsabilidad social empresarial tras la pandemia
Nunca antes había sido tan importante preguntarse los “para qué”, quizá porque las reflexiones habían sido dejadas a los académicos o teóricos de la economía. Sin embargo, la pandemia del Covid ha obligado a las empresas a regresar a su origen, enraizado en el más puro sentido social.
La actual crisis exige respuestas rápidas, pero no por ello superfluas. Hay que recordar la frase de Henry Ford: “un negocio que no hace algo más que dinero es un negocio pobre”. Sin duda, esto plantea un punto de partida, pero no marca una ruta.
La responsabilidad social empresarial (RSE) ha sido un concepto revolucionario desde sus inicios, porque cuestiona la operación de la empresa, sus “para qué” y sus “cómo”. Sin embargo, si ha habido alguna guía para avanzar hacia una empresa que aporte a la sociedad gracias a la cual existe, es la responsabilidad social.
Así que, aquellas empresas que encontraron en el ejercicio de la responsabilidad social un camino hacia el liderazgo, tienen una ventaja competitiva sobre los millones de otras que postergaron su implementación.
El mundo, la sociedad y la economía cambiaron vertiginosamente en 2020. Ahora las empresas tienen que identificar y responder, al mismo tiempo, las nuevas demandas sociales y las nuevas prioridades de los consumidores. La RSE ya no es más una tendencia que se puede elegir seguir o no, es la brújula empresarial a partir de 2021.
En la coyuntura mundial, la crisis es la constante. Siendo los principios de responsabilidad social, la ética empresarial, la vinculación con la comunidad, la sostenibilidad y la calidad de vida en la empresa; hoy se fortalecen y su interconexión es más clara que nunca. No hay un proceso de resignificación, sino nuevas prioridades en cada uno de estos ámbitos.
El mercado laboral ha cambiado las reglas del juego y el modo de brindar calidad de vida en la empresa. ¿Cuál será ese valor agregado, cada vez más intangible, en un espacio laboral virtual? ¿Hasta qué punto los esquemas de trabajo híbridos, combinados con horarios flexibles representarán productividad para las empresas, y en qué momento se convertirían en un riesgo de seguridad al facilitar que los colaboradores trabajen al mismo tiempo para la competencia?
En términos de sostenibilidad, no habrá cabida para aquellos que no se comprometan con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es necesario que las empresas volteen hacia la economía circular. Sin embargo, la convicción de su pertinencia no trae consigo soluciones en la gestión de negocio. La necesidad de construir alianzas entre empresas ha dejado de ser una utopía para convertirse en la única posibilidad real de caminar hacia un mundo más sostenible; que brinde oportunidades para todos.
Sobra argumentar lo importante que ha sido en los últimos meses la vinculación de las empresas con su comunidad. Volcaron sus presupuestos en acciones filantrópicas con las que se pudieran paliar las necesidades de miles de personas; pero, en términos de sostenibilidad, el modo de relacionarse con los sectores más desfavorecidos tiene que ser diferente en la postpandemia.
El Covid ha resultado ser un gran maestro en la democratización de las problemáticas y en la búsqueda de soluciones. Los grupos minoritarios encontraron oportunidades de negocio, se vincularon entre sí y encontraron su propio espacio en pequeños mercados. Queda claro que, a la par del cierre de miles de empresas, nuevas iniciativas se abren paso en una economía que avanza aceleradamente hacia la transformación digital.
¿Cuál será la ética empresarial, socialmente responsable, ahora que aumentará la automatización de procesos, funciones y puestos de trabajo, generando despidos masivos de colaboradores, y trayendo consigo otras crisis sociales? La innovación tecnológica tendrá que ir de la mano de la responsabilidad social. Luego de la pandemia, la RSE seguirá siendo la brújula para las empresas, el norte que les permitirá redescubrir sus “para qué”, sin perder el rumbo.